Obra ubicada en una de las rotondas establecidas a lo largo de un cinturón industrial que rodea y se extiende más allá del Aeropuerto de Manises, en dirección a Ribarroja (Valencia).
2002

Proyecto
La obra tenía prevista su ubicación en una de las rotondas establecidas a lo largo de un cinturón industrial que rodea y se extiende más allá del Aeropuerto de Manises, en dirección a Ribarroja (Valencia).
En esta zona predominan las naves de volúmenes y estructuras geométricas, de marcado carácter funcional, con escasos elementos ornamentales en sus fachadas, que de existir tienden más al reclamo publicitario que a la estética, configurando en su conjunto un espacio monótono y frío.
Este tipo de arquitectura con predominio de los planos de hormigón, despiertan la necesidad de crear entornos emotivos y estéticos.
La desnudez externa de sus paredes, invitan y permiten la colocación y decoración cerámica como punto de atención en determinadas zonas, a la vez que cualifican de forma artística estos ambientes industriales
La cerámica tiene técnicas y materiales que permiten resolver las exigencias estéticas y funcionales relacionadas con la arquitectura, con una gran adaptación al ambiente.
Descripción

Teniendo en cuenta que es un lugar de paso, los motivos tienen que ser ligeros, de fácil y rápida visualización , sin gran contenido de ideas que puedan acaparar la atención de conductores o viandantes.
La idea consistía en disponer de un modo irregular una serie de cilindros de distintas alturas y diámetros, dando más importancia al espacio que a la masa, con elementos que parecen estar unidos o fluctuantes según la perspectiva desde la que se contempla.
La obra consta de 7 cilindros en disposición vertical, con alturas que varían entre los 6 y los 2,5 metros, con diámetros entre 30 y 40 cm. anclados a una base de cemento.

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Realización
Los cilindros son el resultado de la apilación de estructuras más simples y pequeñas sobre un eje perpendicular a la base de hormigón armado.
El proceso comenzó con la realización de numerosos de estos segmentos. Su construcción requirió la utilización de más de 3500 Kg de gres chamotado. eligiendo dicho material por su resistencia al choque térmico al que serian sometidas las piezas en su decoración.
El gres era amasado manualmente sobre madera y transformado en planchas de 3 cm de grosor en una laminadora.
Estas planchas se texturaban con diversos utensilios y se les daba forma gracias a moldes previamente realizados en yeso.
Una vez se producía el desmoldado, las piezas se dejaban secar al aire suficientemente antes de ser introducidas en el interior del horno para su primera cocción de bizcocho a 900ºC.
Debido al peso de cada uno de los cilindros, su manipulación resultaba costosa, y no menos el llenado del horno, lo que requirió la utilización de singulares medios para solventar esta dificultad. La combinación de listones de madera a modo de rieles permitió con un mínimo esfuerzo realizar esta pesada tarea que se repetiría tantas veces a lo largo de los meses que duró la construcción del centenar de cilindros necesarios
Bizcochados los cilindros eran apilados y numerados y se realizaron diversas marcas para facilitar su posterior orientación.
El proceso de decoración se realizó aplicando vidriados de rakú con óxido de cobre, que se aplicaron a las piezas con pistola.

Decoradas las piezas, se volvían a cocer en atmósfera oxidante hasta los 980ºC, sometiendo a una tercera cocción reductora sólo aquellas piezas en las que se deseaba una coloración cobriza.
Para evitar la reoxidación al final de la cocción opté por producir un enfriamiento rápido mediante aperturas controladas del horno.

Montaje
Esta fase requirió la colaboración de un grupo de buenos profesionales y medios técnicos, sin los cuales esta obra no hubiera sido posible realizarse. Desde aquí quiero una vez más agradecerles su valiosa y generosa entrega .
Se comenzó por el acondicionamiento del terreno y la construcción de una base de hormigón varillado cuyas proporciones y cualidades fueron calculadas por técnicos para el soporte de la escultura y resistencia a los fuertes vientos que en ocasiones pueden afectar la zona.

De la base partían las columnas, al principio sólo de hierro, que tras el encofrado se transformaron en sólidas columnas de hormigón de altura ligeramente inferior a longitud final de la obra.
Todo este conjunto se dejó fraguar y secar más de una semana para que alcanzase su resistencia necesaria; una semana de Febrero en la que constantemente mi atención se centró en los partes meteorológicos, nada consoladores.

Todas las piezas fueron transportadas desde el taller hasta la rotonda.
Se montó un conjunto de andamios que permitía introducir cada una de las piezas por la parte superior de la columna y bajarlas hasta la posición que debían ocupar.
El proceso era lento. El peso de cada segmento unido a sus diámetros exigía precisión y esfuerzo.
Con el fin de repartir el juego de fuerzas, se ideó unas estructuras metálicas en forma de L que se anclaban a la estructura de hormigón.
Bastaban tres de estas piezas para generar un plano que soportaba el peso de tres anillos.
El espacio entre la columna de hormigón y la pieza cerámica era rellenado por una espuma expansiva que al contacto con el aire se solidifica y sirve de pegamento. De esta forma se conseguía un reparto de fuerzas más equilibrado, liberando a las estructuras metálicas del peso de toda la obra
y aumentado la resistencia de la cerámica al no dejar espacios libres.
Este proceso obligaba a comenzar varias columnas a la vez, para dejar tiempo a que la anterior se "secara".
Al atardecer de aquel mismo día, las siete columnas estaban ya a punto de concluirse, pero la escasez de luz, y nuestras debilitadas fuerzas después de una jornada intensiva de casi doce horas, nos obligaba a posponer el trabajo al día siguiente.
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Al amanecer del siguiente día se reanudó la labor de montaje.
Mientras se terminaban de poner los últimos segmentos de algunas columnas , en otras se comenzaba a soldar las letra en hierro con las que termina cada una.
Siete columnas, siete letras. La palabra "Manises" sería visible a la entrada del polígono.
Era medio día cuando dábamos por terminada la obra.
Cansados pero satisfechos posábamos para una última fotografía que dejara constancia del factor más importante de esta obra, el factor humano.

Gracias.
Siempre que voy al taller veo la obra. La he contemplado días nubosos, al atardecer, bajo el sol cegador del medio día, bañada por la lluvia, en la quietud de la noche.

La veo cambiar de tonalidad a merced de la luz que refleja su superficie.
Aprecio su aparente dinamismo cuando cada columna parece que se separa o acerca del resto, abriendo y cerrando espacios

Ha paso el tiempo, pero mi fascinación y el recuerdo del trabajo realizado no se ha borrado.

Un sueño,un proyecto, una realidad

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